Sunday 30 December 2012

La Fábrica abandonada


Segunda historia de una serie a la que nombro como "historias fantasiosas". Éste es el segundo relato que terminé en verano, pero por algún motivo no lo he llegado a subir hasta la Navidad (el mantenerlos frescos hace madurar las palabras escritas, supongo):

     El suceso que ahora concierne sucedió en la niñez, pero por ello no quiere decir que sea una historia infantil ni mucho menos ¿a caso ha habido algún niño que no haya tenido alguna experiencia inconcebible a su edad? No todas las experiencias infantiles son alegres ni todas son dulces, a veces son trágicamente adultas.
      En el casco antiguo de mi pueblo, cerca de su corazón, permanece en pie una fábrica completamente descuidada y apagada de vida. Antaño fue una de las principales fuentes de ingresos del pueblo pero sería el negocio trasladado a un nuevo edificio, quedando éste desusado. Actualmente el enorme espacio que dejaron las máquinas en la planta baja está habilitado como garaje, mi madre de hecho pagaba una plaza de garaje para su coche hace años. El lugar está hecho una pena, con paredes llenas de moho y suciedad, con balcones y ventanas de madera podrida y debilitada, y la pintura que protegía sus fachadas se cae a trozos. Las calles que rodean la fábrica son estrechas, de piedra gris sin aplanar y de trazado irregular, propias del diseño urbanístico rural anterior a la aparición del automóvil. Dicha fábrica ha tenido popularidad debido a que antaño dio de comer a muchas familias del pueblo en una época donde la riqueza se repartía de manera tremendamente irregular e injusta. La popularidad de la empresa se debe también al infame carácter del propietario de aquella época, se dice que éste hombre y su pasiva familia cogían ojeriza a trabajadores que incluso simplemente “no les caía bien” –el pueblo no era muy grande, los vecinos y familias se conocían muy bien entonces y surgían tanto amistades como enemistades por cada calle-. El empresario los trataba con actitud cruel y explotadora, obligando trabajar de sol a sol a algunos pobres desgraciados; los parlanchines más exagerados y frívolos dicen que hasta incluso llegó a asesinar fríamente a algún trabajador incompetente resguardado en los muros de la gran factoría. Nada de esto tiene por qué ser verdad, todas éstas negras historias han surgido desde los relatos de bocas enemistadas contra la rica familia, presionando la posibilidad de que sean solo rumores para injuriar a ésta familia ostentosa.
    Hace nueve años tenía un amigo cuyos abuelos vivían en una casa pegada literalmente a la fábrica; el acceso a ella por su casa era tan simple como abrir una ventana y estar ya pisando en un patio de la fabrica. Y fue una vez cuando éste amigo decidió enseñarme todo éste enorme edificio muerto.
  Recuerdo aquel día a pesar del tiempo que ha pasado ¡cómo no olvidarlo! Si no recuerdo mal debía ser finales de abril o el mes de mayo...aunque tampoco descarto que hubiese sido en el mes de marzo. Aprovechando que sus abuelos estaban ausentes, mi amigo abrió la ventana del salón para “enseñarme algo”. Fue entonces cuando me di cuenta que la fábrica y la casa de los parientes de éste chico estaban prácticamente unidas. Como dije antes, salimos directamente a un patio, en dicho patio había una caja de plástico para fruta colocada en la pared para facilitar la escalada hasta el techo de la fábrica –la caja seguramente la había puesto éste amigo mío-. Frente a nosotros había una entrada sin puerta y una ventana sin cristales de la fábrica, pudimos entrar por allí pero decidimos subir por la caja y un gordo tornillo salido para comenzar a explorar por el tejado de la nave. El tejado era propio de una industria, con sus medio cilindros sobresaliendo de las zonas planas y hecho de un resistente hormigón, no obstante habían varias líneas de planchas de plástico ondulado que recubría el tejado y que pisar por ellos suponía ceder y caer desde una altura de unos diez metros al interior de la nave.
    Estuvimos un rato allí hablando sobre éste lugar, le comenté entre otras cosas que mi madre antes aparcaba en ésta fábrica. Tras lo cual nos fuimos moviendo por el tejado, hacia el final había un agujero por el que fácilmente caería una persona desprevenida, miramos por el agujero y me fijé que justamente daba al espacio por el que aparcaba el coche mi madre, con otro coche ahora sustituyendo la plaza. Tuve la tentación vandálica de tirar una roca enorme al agujero para que cayese sobre la furgoneta que había aparcada y disfrutar de su destrozo, pero al final me contuve. A pesar de ello sí que me puse a tirar piedras a toda la serie de cristaleras de la factoría que habían a mi vista, pensando en que no pasaba nada al romper algo que ya de por sí ya estaba “roto”; no dejé ni una ventana sana.
   Le hablé luego a mi amigo de adentrarnos al interior de la fábrica para ver qué había, y así ya de paso evitar las miradas vigilantes de más de algún que otro vecino que se habría asomado desde su ventana para comprobar qué era ese ruído a cristal rompiéndose. Para entrar nos agarramos a un poste eléctrico de hierro oxidado y sin cables, apoyábamos las piernas a la pared y luego como si estuviésemos andando en vertical dirigíamos nuestras piernas hasta un balcón sin balaustrada y casi inexistente,  parecía que habían hecho un agujero a pica en la pared y que el balcón era más bien un enorme hueco. Otra cosa que confirmaba que ahí hubo un balcón es que justo al lado había otro balcón, éste entero pero sin cristales –los acababa yo de destrozar- ni ventanal y claro, las fachadas normalmente han requerido cierta simetría. De todas formas, gracias al boquete el comedor-cocina quedaba agradablemente iluminado.
  Llegamos dentro, nos encontrábamos ahora mismo en la segunda planta, en una especie de cocina unida a un comedor, o al menos esa sensación me daban los diferentes muebles (entre ellos una nevera vieja) y las paredes embaldosadas de azul blanquecino. Del suelo no podía decir mucho pues estaba todo completamente tapado por los escombros. Habían también varias huellas de reciente actividad como algunas latas vacías y hasta una manzana sin pudrir, esto último dejaba claro que hacía demasiado poco que alguien había estado aquí. Dejamos aquel ruinoso comedor y nos adentramos aún más al interior del decrépito edificio; ahora aparecimos en el vestíbulo donde la iluminación era más tenue, con una pared pintada de verde que nada ayudaba a la iluminación del lugar, las principales escaleras conducían hacia abajo y a nuestra derecha quedaban otras escaleras más humildes. Por la estructura del edificio coincidimos en que hacia arriba habría menos zona por explorar que hacia abajo, donde seguramente quedaban muchas salas por ver. Antes de subir desahogué mi deseo destructivo arrojando una piedra al farolillo que había colgado al techo, al impactar la piedra saltaron los cristales que hicieron un fuerte ruido y el gracioso de mi amigo se puso a aplaudirme de manera sarcástica.
   Fuimos por las escaleras que conducían a la única planta que estaba encima de nosotros: el ático. Recuerdo que el ático era un lugar pequeño pero oscuro, con grietas de diferentes tamaños que iluminaban vagamente la habitación, si acaso de donde más entraba la luz era de abajo, de donde habíamos venido. Recuerdo también que en ésta polvorienta buhardilla predominaban los objetos de madera y las telarañas. Y sobre todo recuerdo unos elementos que habían en el suelo un tanto extravagantes por cómo estaban colocados, colocados además estratégicamente, se trataban de una cruz cristiana de madera pulida puesta en el suelo rodeado de un círculo, el círculo era de un color rojizo oscuro y juraría que debía estar hecho de un líquido un tanto viscoso. En cuanto lo vio mi amigo cogió el crucifijo.
  -¡Ah! Así que aquí hacían ritos satánicos ¿eh?- dijo bromeando en voz fanfarrona.
 Y a continuación tiró la cruz con fuerza por ahí.
  No estuvimos mucho rato más ahí y volvimos a bajar al vestíbulo de la segunda planta para bajar las escaleras, así llegamos a la primera planta.
   De la primera planta me acuerdo que era una zona con más habitaciones que la segunda planta y también que era un sitio bastante más oscuro, pues la luz llegaba solo por los ventanales que había roto anteriormente y algunos tragaluces del pasillo. En éste piso el ruido del exterior apenas era perceptible y el silencio era sepulcral. No me acuerdo muy bien, pero creo que éste piso tenía un pasillo central con varios cuartos a los lados, entre ellos habían unos baños con urinario, duchas y hasta una bañera, todo ello inundado en escombros. Los baños estaban al fondo a la derecha del pasillo y tenían una pared embaldosada de color azul oscuro. Todas las habitaciones a mano derecha del pasillo, los baños también, tenían unos tragaluces que comunicaban con la enorme y mejor iluminada nave de la fábrica. No recuerdo aquí que hubiese ventana alguna para romper, pero sí que recuerdo muchas piedras y paredes rotas. En una de las habitaciones volvimos a aparecer en el patio por el que habíamos entrado al principio, ésta habitación aún tenía algún mueble carcomido y astillado.
   Una vez llegamos al fondo del pasillo volvimos atrás para volver al vestíbulo y así bajar al siguiente piso, a la planta baja. Pero fue al estar en las escaleras cuando oímos unas voces provenientes de abajo. Las voces eran de dos hombres seguramente, nuestro temor era más que nada a que nos descubriesen paseando por una propiedad privada y que esto no les hiciese mucha gracia, así que nos metimos otra vez por el pasillo hacia dentro y rezar porque no se acercasen. Pasaron unos segundos, y al rato ya no oíamos más voces. Supusimos que probablemente era el dueño de algún coche que había aparcado en la nave y que estaba saliendo de la fábrica, si era así, no tenía por qué entrar a las oficinas donde nosotros nos escondíamos sino salir por la puerta principal de la nave, una puerta de color verde enorme que lleva directamente a la calle y por la que entran los coches que tienen una plaza agenciada.
  Recobramos el valor y decidimos bajar por las estables escaleras hacia la planta baja. De ésta planta recuerdo que tenía un plano parecido al de la primera planta, pero con la enorme nave incluida. Justo donde estábamos habían varios caminos por los que ir: a nuestra derecha estaba la puerta que daba a la calle de atrás, detrás de nosotros se mostraba todo el pasillo de la planta baja oscurecido, hacia delante quedaban unas escaleras que bajaban en forma de caracol hacia el sótano, hablaré más tarde de lo que hallamos por aquí. Por de pronto decidimos meternos por un pasillo estrecho que había a nuestra izquierda, el pasillo era negro como el carbón y no se podía ver absolutamente nada hasta que de repente volvimos a tener visibilidad y nosotros dos aparecimos en la nave.
   La nave de la fábrica era el área más grande de todas. La recuerdo tal y como era más por las veces que mi madre aparcaba el coche allí que por el viaje que hicimos mi amigo y yo. Iluminada por los enormes ventanales, allí se expandía un llano interno de piedra fría con montañas de palés, basura de cartón y madera, rincones oscuros y coches aparcados en sus respectivas plazas –que no venían a ser sino un espacio imaginario reservado-, en total habrían unas doce “plazas” habilitadas para coches; la luz del sol daba a la nave un color amarillento sucio debido al polvo y porquería acumulados en los ventanales y en el edificio. No recomendaría el paseo a alérgicos al polvo porque éste se respiraba por todas partes debido a la acumulación que tenía.
   Al ver que nos hallábamos en una zona que todavía era transitada por alguna persona nos volvimos a meter rápidamente por donde habíamos venido; sin embargo me quedé con la curiosidad de visitar un despacho, que seguramente era el reservado para el jefe de la empresa ya que tenía unas ventanas que dominaban toda la nave –típico diseño para mantener observados a los trabajadores de la fábrica o para muestrarios-, que estaba a la altura del primer piso pero incomunicado de él, ya que la única forma de llegar hasta esa oficina era cruzando la nave por la derecha y subir unas escaleras. Entramos al pasillo oscuro y volvimos a estar otra vez en el vestíbulo de la planta baja, creo recordar que el suelo de ésta zona eran unas baldosas de mármol de color rojo y blanco. Allí nos decantamos por ir a la derecha a explorar toda la planta baja para después ir finalmente al sótano. El pasillo de ésta planta era tan oscuro como el de la planta de arriba ¡o incluso más! Llegó un momento, al fondo del todo, donde apenas podía ver el rostro de mi compañero y la luz era un vago rayo luminoso similar a lo que ves cuando estás en lo más profundo de un pozo. Fue al entrar en un despacho del oscuro fondo donde sentí algo que acariciaba mi torso, algo se deslizaba de delante hacia atrás en mí; pregunté a mí amigo qué estaba haciendo y éste me respondió, pero su voz sonaba como si estuviera al menos a tres metros de mí. Otra vez algo se deslizó entre mí, pero ésta vez entre las piernas, asustado pensando que podía ser alguna serpiente o un nido de insectos corrí hacia donde debía permanecer mi compañero de desventuras, tropecé con un mueble sin detener la marcha y me detuve en el pasillo, donde aún permanecía algo de luz.
   ¿Eh? ¿Qué pasa? –me preguntó mi amigo, sonando su voz al lado de mí-.
   Nada –dije, no quería parecer asustado-.
   Estando en lo más hondo de ese pasillo, nuevamente algo paso por entre nuestras piernas, parecían varias culebras zigzagueando plácidamente por ellas; mi amigo también las notó pues le oí mover las piernas como si estuviese aplastando cucarachas.
     -¡Eh! ¿Qué hay aquí?- decía mientras se movía nerviosamente.
   A paso ligero, yo más bien corriendo, retornamos hasta el vestíbulo donde la luz hacía el sitio medianamente visible. Me registré los pantalones y me comprobé las piernas para ver si tenía algún insecto caminando por ahí, aunque no parecía que tuviese nada en ninguna parte después de asegurarme de ello. Me rasqué apresurado la camiseta al notar que algo se movía cosquilleándome la tripa pero resultaba ser una gota de sudor que se deslizaba. En cualquier caso, no deseaba volver a adentrarme dentro de las oficinas que ofrecía la planta baja por la mala sensación que me habían dejado, tenía el pensamiento de haber caminado por un montón de insectos y animales minúsculos merodeando libremente, como si de un nido se tratase; sentía escalofríos con solo pensar eso, así que le propuse a mi amigo explorar el último rincón de la fábrica que nos quedaba, el sótano o la planta subterránea –al principio sospechaba que bajo nosotros quedaba una planta tan amplia como la que ahora pisábamos-.
   Bajamos las escaleras hasta la planta subterránea, las escaleras hacían ahora un trayecto en espiral –medio espiral mejor dicho, ya que el recorrido no era suficientemente largo como para que las escaleras hiciesen una espiral completa- hasta abajo del todo. El sitio me decepcionó en cuanto a tamaño, como había dicho antes, me esperaba un lugar más amplio pero era tan solo una habitación, una habitación, eso sí, muy grande. Pero dicha habitación tenía el espacio libre muy reducido, con una iluminación débil proveniente de arriba podía ver como se levantaban pilas y pilas de trastos polvorientos amontonados: habían percheros, cómodas, marcos, cachos de butaca...todo tipo de mobiliario de salón que se extendía por el cuarto e impedía ver las cuatro paredes del sótano. Bajamos del todo las escaleras hasta tocar el poco suelo caminable del sótano. Todo éste cuarto parecía un cementerio de muebles y no sé por qué, pero éste lugar no me daba buenos sentimientos; deseaba salir de allí cuanto antes, pero no tenía que ver con el temor a nuevos encuentros con insectos...no sé, era como si ese sótano mismo me encogiese el corazón de miedo.
  -¡Eh, mira! –dije yo calentando la conversación para hablarle de salir de allí- ¡una caja fuerte!
 -¡Ahí va! –dijo mi amigo sorprendido-.
  En frente de las escaleras detrás de unos cajones rotos asomaba una pequeña caja fuerte. No nos dio tiempo a pensar demasiado sobre ella porque a los pocos segundos de la sorpresa la vaga luz azulada del exterior desapareció dejándonos a oscuras sin poder ver absolutamente nada.
  No dijimos nada, rápidamente estuve pensando en dos posibles hechos sobre lo que había pasado; una de dos, o alguna cosa opaca como un coche o algo pero que por supuesto se encontraba en el exterior o, suposición que me henchía de miedo, “algo” que se encontraba dentro y a priori se había movido de su posición original. Yo estaba callado más que nada por la posibilidad de que fuese ésta segunda posibilidad, pero de que más que un objeto fuese alguien realmente, no sé por qué estaría callado mi amigo. Sin perder un segundo extendí el brazo para agarrarme al brazo o a cualquier parte de su cuerpo, bastaba con eso, de mi amigo para calmar mis nervios y no caer en pánico; mi amigo no dijo nada salvo un “¿eh?” de sorpresa. Pero el pánico saltó irremediablemente cuando de nuestros ojos a medio acostumbrar en la oscuridad se nos apareció bajando las escaleras una figura negra como nada en el mundo, las bajaba silenciosamente, sin que sus pasos hiciesen nada de ruido. La figura parecería el de una persona de no ser porque tenía una mitad inferior delgadísima en comparación a su mitad superior, que se ensanchaba hasta terminar en unos corpulentos hombros; la extravagancia no terminaba ahí, pues en cuanto le vi bajar dos escalones de la escalera en espiral se estiró y transformó en algo alargado, similar a una anguila pero de tamaños enormes, que se lanzó hacia nuestras posiciones a velocidad de depredador felino. Lo que sea que fuere eso pasó a mi izquierda para perderlo de vista, miré hacia esa dirección y volvió a iluminar la misma luz de antes, topándome con mi amigo permaneciendo a mi lado todavía. La luz dejó en mi vista una sensación similar a cuando alguien se levanta después de dormir, molestándome esa débil luz y haciéndome suponer de que lo que había visto había sido tan solo un efecto óptico en la oscuridad.
  -¿Qué ha sido...? –pregunté entonces dubitativo de que lo que acababa de ver había sido realidad o solo una ilusión de mi vista-.
  -¿El qué? –preguntó entonces mi amigo, ahondando así en mi abandono a suponer qué era “eso”-.
  -Nada... –dije, no tenía ganas de discutir nada, solo quería salir de ese lúgubre sótano-.
  Anduve hacia las escaleras para subir y salir de la fábrica y mi amigo me siguió sin mediar palabra, pude echar un ojo mientras subíamos por las escaleras a donde se encontraba la caja fuerte, ésta inexplicablemente estaba abierta, mostrando su vacío interior, nada dije sobre esto y llegamos hasta la planta baja.
   Bueno... -se puso a hablar mi amigo bruscamente- ¿Quieres irte ya?
  -Sí –le contesté yo calmado, pero con una marginada sensación que poseía de que alguien nos acechaba desde alguno de los oscuros rincones de la fábrica- ...vámonos.
  Subimos las escaleras hacia la segunda planta, íbamos a salir por donde habíamos entrado, camino que después de todo era el único sitio de entrada. Pero las cosas se truncaron terroríficas en cuanto pasábamos por la primera planta y oímos un grito de mujer ahogado proviniendo de la zona oscura de la planta baja, en cuanto oímos eso ambos nos quedamos parados y mirándonos con los ojos abiertos como platos. Entonces echamos a correr. A nada de ponernos a correr comencé a oir, proviniendo de la planta baja y del sótano, constantes muebles moviéndose y despedazándose enérgicamente y nuevos gritos desgarradores ¡y lo peor es que cada vez se oían más cerca! Corrimos casi presos de pánico, sin pararnos para mirar atrás en ningún momento.
  Llegamos a la terraza por la que habíamos entrado y saltamos al techo de un salto, me alejé un poco de la pared de la fábrica y ahí volví a mirar atrás. A los pocos segundos todos los cristales que quedaban de los ventanales saltaron hacia adentro, como si un potentísimo y enorme aspirador los hubiese atraído hacia las negras entrañas de la factoría. Al ver esto no me atrevía ni a moverme, mucho menos a pisar el suelo de la fábrica, necesario pasar por él para volver a casa de los abuelos de mi amigo.
   Pasaron los minutos, sin darme cuenta me había movido hasta el borde del tejado, a dos pasos para caer a la calle. Mis ojos solo estaban para mirar al viejo edificio y la respiración se me entrecortaba.
  -Vámonos –refunfuñó mi amigo cansado después de suspirar, de repente se había cansado cuando antes tenía una actitud parecida a la mía, lo diferente era sobre todo que lo había dicho de mal carácter-.
  Yo no quería irme todavía, no después de lo último y sabiendo que íbamos a volver a pasar cerca de una de las puertas a la vieja fábrica.
  -Espera... –le dije-.
  -¡Que nos vamos! –gritó ésta vez mi amigo, como si por ningún motivo se acabase de enfadar- ¡Venga!
  Al final caminé con él hasta llegar a la ventana de la casa de sus abuelos. En el patio no paraba de vigilar con una mirada asustada hacia las ventanas que habían a tres metros de nosotros, mis ojos se iban hacía lo más profundo de lo que podían mostrar las ventanas, pero yo no quería mirar tan adentro por el miedo, casi como si fuese una alergia, que sentía ahora hacia esa fábrica maldita. La ventana a casa seguía abierta, por lo visto no se habían dado cuenta sus abuelos de nuestra pequeña escapada, apartamos las limpias y suaves cortinas, y saltamos al pasillo.
  -¡Bueno! –rompió a halar mi amigo de repente- ¡Hay que irse!
  Me quedé sorprendido, aún no era demasiado tarde y me había invitado a cenar con sus abuelos.
  -Venga ¡vete! –dijo mi amigo, se le notaba algo enfadado-.
  No sabía qué podía pasar, pero suponía que tenía que ver con que mientras volvíamos alguien nos acababa de ver y de seguro nos habría reconocido, posiblemente además por mi falta de precaución mientras íbamos por el tejado y mi mera preocupación a atender mis miedos. En parte, la cercanía que tenía la casa de los abuelos de mi amigo me inquietaba y no deseaba permanecer tampoco en ese hogar, quería irme a la calle o a donde fuese pero lejos y separado de esa ruina, aunque por otro lado la actitud de mi amigo me estaba pareciendo borde y desagradable. Atravesé el patio y abrí la enorme puerta de madera que daba entrada a la propiedad de sus abuelos, prácticamente me sentía echado a patadas. Durante el resto del fin de semana no lo llamé, no es que estuviese enrabiado por ello, era más bien la sensación de que algo no iba bien y durante aquellos días no se dejó relacionar conmigo nada.
  Fue extraño que tras la visita de aquella fábrica, mi amigo comenzó a comportarse de manera hostil contra mí y algunos de sus familiares; siempre he pensado que éste cambio de carácter, al menos contra mí, había sido influencia de otros chicos de nuestra edad que, por poca sangre en sus mentes huecas de bondad, echaron comentarios sucios y negativos sobre lo cercanos que éramos ambos y al parecer lograron calar en la mentalidad de mi amigo. Mi compañero de exploración desapareció una noche un mes después, justo un mes después. Nadie en ninguna parte lo volvió a ver y yo al menos sospecho que tuvo que ver en parte algunas cosas que hallamos en la fábrica, pero nunca he llegado a decirlas y, a decir verdad, consideré fiables del todo las fuentes oficiales que daban y que no enlazaban nada paranormal. Era un niño entonces, nadie me hubiera creído seguramente, y además pensaba que lo único que haría diciendo eso sería entorpecer la investigación y confundir el supuesto verdadero rastro que había, sobre todo cuando ni yo mismo estaba seguro de que nada de lo que vimos tuviese que tener relación alguna con su desaparición. Ver además a su triste familia confiando en la autoridad me impedía decir algo, no quería ni hablarles del tema, para nada.
    Por otro lado a los dos días de aquella tarde en la fábrica acabé enojándome con aquel amigo por dejarse llevar, supuestamente, por comentarios irracionales surgidos de personas de cabezas estúpidas y mi rabia sobre él continuó cuando éste desapareció, pensaba que hasta se lo merecía. Pero con el tiempo he visto que tampoco fue tan grave, no al menos como para que éste desapareciese y su familia acabase en la desgracia por la pérdida. Pero aún así, sigo sin sentir completa seguridad de qué ha podido sucederle y no quiero decir nada que lo relacioné con la fábrica sin tener una prueba de peso. El caso fue cerrado hace años sin conseguir pista orientativa alguna.

Sunday 23 December 2012

Utopía y distopía: Evasión.

Otros dos ejemplos de la serie utopía/distopía. En ésta ocasión también se muestran dos extremos que podrían ser interpretados como cercanos a la luz y la oscuridad: el pesimismo y el optimismo. Una sociedad marcada por la confianza hacia el progreso, o una declinada a la desesperación y el fracaso en la mayor parte de las mentes que viven sumergidas en ella.

Ésta es la imagen utópica. En ella se muestra un arco de luz, una especie de túnel en la que el espectador se encuentra dentro. Es claramente una referencia al dicho de la “luz al final del túnel”, que se dice siempre que se pasa por un momento difícil y en el que siempre tras la oscuridad hay una salida...sí, también es esa supuesta salida que ven las personas que se acercan a la muerte pero es esa confusión de términos después de todo la esencia de la utopía y la distopía, pues es muy difícil determinar qué va a ser utópico y qué distópico, y a veces incluso si te paras a pensar, es difícil pensar qué conviene mejor al final.

El dibujo distópico, sin embargo, muestra la fuga de luz como un lugar inalcanzable, si en la utopía la luz provenía de delante y el túnel estaba a punto de acabar, aquí la salida se encuentra arriba, como si nos encontráramos atrapados en un pozo del que no podemos salir. Para acrecentar la sensación de estar atrapados, hay una serie de rocas y lo que parece ser una persona, un acompañante en nuestra desgracia, que muestran el fondo del pozo iluminado tenuemente por una luz imposible de alcanzar. Nuevamente aquí hay base popular, de la frase de “estar en el fondo del pozo” o “haber tocado fondo”, propio de situaciones muy negras o depresivas. Y el caso es que pese al posible sentido triste que pueda representar esta obra, me quedé mirando fijamente y vi algo que más que triste, era misterioso; para empezar el hecho de estar en una cueva, el mejor lugar donde la naturaleza puede guardar sus secretos, las oscuras rocas que sin embargo lucen débilmente como lo harían las gotas de lluvia en un arbusto al brillar frente a los primeros rayos del sol. La persona que hay ahí, en la penumbra, se trata del hombre (o mujer) que sufre en soledad, de aquel que encierra sus pesares y sin embargo tiene mucho que decir, aquellos en el que la evasión es un pozo de piedras resbaladizas y húmedas, un pozo donde luce la luz pero no se puede llegar a ella, aquellos están en ese pozo...pero para salir, es cuestión de ser oído por los que ya están afuera.


Aquí dos preludios del dibujo definitivo:


Utopía y Distopía: Panorama.

Las imágenes que a continuación voy a mostrar son una parte de una serie de 10 imágenes. De esas diez cinco van para el lado de la Utopía y otras cinco son sus extremos distópicos. Me he dado cuenta que tanto el término utopía como su antónimo no son muy conocidos, e incluso es difícil determinar qué exactamente puede ser una utopía y qué una distopía; son términos que requieren un concienzudo estudio filosófico, ético y moral de cada escenificación que nos proponen interpretar. Dejando profundizaciones, bueno, técnicamente la definición de cada palabra sería ésta: Utopía: como palabra, fue usada por primera vez por Tomás Moro (Thomas More) en su libro “De optimo reipublicae statu, deque nova insula Utopiae” en español “Libro del estado ideal de una república en la nueva Isla de Utopía” o simplemente conocida como “Utopía”. Pese al origen, la terminología proviene de unas palabras griegas que forman la frase “lo que no está en ningún lugar”. A la obra de Tomás Moro por otro lado también se le debe la visión tópica de la utopía como una sociedad “aparte” de las otras, comúnmente situada en regiones inaccesibles y ocultadas como islas; aunque la utopía realmente abarca mucho más, Tomás Moro desde su obra “Utopía” deviene de la idea de Platón que se muestra en “La República”, lo que pasa es que Platón no empleaba el término utopía para referirse a su Estado ideal, pero tanto de la obra de Moro como de la de Platón la idea de la armonía utópica se basaba esencialmente en que cada clase social asignada cumpliese su función adecuadamente donde el grupo de sabios gobierna junto con los protectores, guardianes y productores (comerciantes por así decirlo)… Con el tiempo la idea de la utopía ha ido evolucionando constantemente y al ritmo que evolucionaba la sociedad, dejando por otro lado claro que la utopía se moldea según sea el mejor cuadro que puede formarse ante las necesidades y deseos de una época u otra, pero la esencia de mostrar una felicidad colectiva y una sociedad agradable para todos no decae en ninguna de las ideas; pero dada que el pensamiento es siempre algo subjetivo, desde las utopías sociales como las de Robert Owen o las utopías políticas de Karl Marx pasando por las críticas sociales como las de Aldous Huxley en forma de “falso paraíso”. Distopía:palabra (por algo hay que empezar) que surgió mucho más tarde a finales del siglo XIX por John Stuart Mill, recogiendo el término de Tomás Moro de utopía y negativizándolo. La distopía ha nacido desde la más pura sátira crítica a la sociedad contemporánea, casi siempre se muestran como una advertencia sobre un futuro posible en vez de cómo un sueño precioso como se suele mostrar con la utopía. La distopía pisa la tierra, y cuando la pisa hace daño al mostrarse como posible realidad coherente que está por venir, no es la distopía sino la muestra de un camino (en vez de una exaltación como hace la utopía) por el que la sociedad podría acabar moviéndose. Aunque la distopía es una fuente de inspiración hacia las artes, en especial la literatura, la cual ha ido poco a poco mostrando los posibles problemas que podrían explotar en una crisis social; es curioso, que a la distopía se la haya crucificado prácticamente con la ciencia ficción, no pretendo infravalorar la ciencia ficción para nada, pues el problema no es que los ejemplos distópicos se asocien a una subrama de la ciencia ficción sino que la ciencia ficción sea atribuida por el público como un género normalmente poco serio o sobresaliente. A opinión personal, claramente visible con las obras en las que se recrea un escenario distópico, la ciencia ficción suele ser un hipérbaton de la sociedad del autor en donde se pueden resaltar mejor que nunca los problemas y las dificultades por las que se pueden desatar por los actos sociales actuales. Problemas que a menudo pasamos por alto pero que crean para otros una preocupación sobre hasta qué puntos podemos llegar a degradarnos, ya séase el de una sociedad sobremedicada (drogada mejor dicho), amoral y anclada como la que muestra Huxley; o una intimidad desaparecida y una sociedad sometida por “su seguridad” como la de George Orwell hasta la completa pérdida humana procibernética de realidad virtualizada (y por ende falsa) que muestra William Gibson. En cuanto a las ilustraciones, hay un total de diez, cinco para cada uno de los extremos. Las ilustraciones contienen unas medidas de 106x78 centímetros todas ellas y son de papel tipo Hahnemühle (regular para tinta, horripilante para acrílicos y óleos) con un grosor de 35 gramos. Se distribuyen en cinco temas en donde se muestran el lado distópico y el lado utópico de cada uno, todos ellos dispersados por el laberinto; eso sí, pese a la dispersión, una ilustración y su alter-ego estarán cercanos mostrando que el lado distópico a menudo está muy cerca del utópico o también que cuando se persigue la búsqueda del bien común también acrecentamos la posibilidad de que nos volvamos contra nuestro fin y acabemos en la distopía. La mayor parte de las ilustraciones son recopilaciones de las ideas de famosas novelas que suelen abordar las distopía o la utopía o de pensamientos filosóficos. Aquí pongo las dos ilustraciones más, por así decirlo, generales, centrados en el paisaje (panorama):

Éste es el utópico,lo que se muestra (de manera bastante simple) es muy parecido al que representa Tomás Moro pero sin la presencia del mar y mezclado con ciertas filosofías del New Age que abogan por una convivencia con el medio ambiente. Se unen también el simbolismo pasado de una plaza griega (un ágora), en el cual la plaza de una población era el punto de encuentro entre todos los habitantes y donde se desarrollaban la mayor parte de las tareas públicas, de ésta forma se refuerza más la comunicación personal entre las personas vecinas.

El lado distópico es una ciudad al más puro estilo del subgénero distópico del cyberpunk: con rascacielos kilometrales, tecnología superavanzada y masiva, estilo rápido, aerodinámico y con la sensación de que la ciudad es una colmena de abejas enorme donde la humanidad persiste vacía de toda moral. La ilustración se basaría en algunas obras, como ya he dicho, basadas en la distopía del cyberpunk tales como la de “Neuromante” o la película y cómic japonés “Akira”. ¡Buff! Cómo me he enrrolladoooo...


Y aquí dos bocetos coloridos: